Es al subir la escalera cuando se alcanza el comedor, con ventanas a la calle, muchas plantas y exuberante bombilla natural, y en el que se pone a disposición del comensal tanto la posibilidad de pedir a la carta como de tomar en formato de menú, que cambia cada cierto tiempo y se sirve a precio fijo.
Este restaurante distinguido con una estrella Michelin es el mejor japonés de Barcelona. Y para seguir siéndolo, Hideki Matsuhisa ha remodelado su establecimiento: un pasillo ambiguo lleva al refulgente comedor con tres barras donde reinan el crudo y la parrilla. Campeóní es el nuevo Koy Shunka.
«Tiraron una piedra al galería de mi casa y me rompieron la mano, pero podía sobrevenir sido aún peor»
Si el pasado fin de semana Gorka Otxoa se llevó a sus compañeros de rodaje a disfrutar de la sidra y el txotx en Petritegi en Astigarraga, este lunes tocaba degustar otros manjares de la Cocina guipuzcoana como el pescado a la parrilla.
Nueve mesas escoltadas por una poderosa (y afrancesada) cava y una cocina a la medida de una propuesta largamente madurada. Ambas a la vista. Los muy viajados Juan y Gabriel presentan credenciales de autor con una decena de platos esculpidos desde una ojeada perfeccionista en la técnica y de sabores y puntos correctamente definidos.
Las milhojas de patata, papada y caviar (de Riofrío, Milgrana) son un pequeño y delicioso triunvirato ecológico para destapar boca contiguo con alguna copa de espléndido o de burbuja. La cortaplumas a la brasa, con pilpil y cítricos es carnosa y sutil en su toque ahumado. El steak tartar se prepara delante del comensal y la tabla de quesos se transporta escalones en lo alto. La alcachofa, igualmente braseada, tiene un punto mex redondeado por la salsa macha (con chile de La Chipotlera) y la yema curada mientras la lenteja pardina y su curry resultan llamativo y persuasivo. Sobresale el salmonete con suquet y mostaza casera y el bailable final de la chuleta cuyo compañía de patata y pimiento, u otro, se echa en falta en el plato de pierna de ternasco de Aragón, berenjena y kéfir salvaje.
Su serie de anticuchos o su ceviche de vieiras sin embargo merece la encuentro a este restaurante que Erik Ramírez y Juan Correa se trajeron de Nueva York. Cocina peruana contemporánea que viaja a los orígenes, donde se reencuentra las vertientes criolla, amazónica, andina o nikkei al tiempo que señala un camino futuro.
Conocido por ser individuo de los restaurantes en Jerez de la Frontera más famosos además de ser conocido por locales y viajeros, esta opción es un conveniencia seguro, luego lo escojas para yantar o cenar.
Los raviolis de "boeuf bourguignon" o el exquisito cacho son otras dos tentaciones, como sus platos por encargo.
Un trabajo de fondo donde lo visible y lo invisible tienen el mismo peso, donde no ha podido dejar fuera algunas creaciones que aunque están marcando su trayectoria como los tallarines de calamar, el pichón y la intxaursalsa. Como sobre el escenario, aquí van sobrados de emoción y brujería.
La inmersión en el animación nipón es total carencia más cruzar la puerta de entrada. Tras dejar aceptablemente asentada su envite en Barcelona, sus responsables, Chiho Murata e Ignasi ElíCampeón, abrieron el primer sumibiyaki de la haber. restaurantes tematicos bogota La atmósfera predispone a la calma y adelanta el Fruición. No solo puedes encontrar carne de wagyu certificada y de la mejor calidad sino que la excelencia de la propuesta se mantiene hasta los postres con la aparición de unas porciones de Crown Melon, el melón más caro del mundo.
Hay un comedor formal, de mesas amplias, agradable y cómodo pero la bienvenida la da una barra donde individualidad puede ir solo a disfrutar de su espectacular sección de dim sum. Entrando en materia, va de un curry de lubina a un arroz frito Hong Kong o un gambón estilo Kunpao. Sabores centelleantes todos.
En la imponente sala y reservados, sugerencias de temporada A excepción de, un lenguado con una específicoísima meunière o un jarrete de ternera homenaje a Santi Santamaría que es récipe estrella como la Michelin que luego luce.
La tierra tira y llega a instalarse en este caserío urbano donde la tradición se airea con ecos cosmopolitas, se subliman los pinchos de barra y el producto reina con grandes ejemplares (del campo y el mar) para brasa.
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